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Foto del escritorRocío Martínez Soto

Los días en la selva

Huele a río cada mañana. El agua me envuelve los pies en lodo y me escurre en el rostro. Aquí, saltamos la mayoría de los días. He olvidado la relación de las palabras que describen concretamente las sensaciones, porque ahora estas giran, y miro a todos, inmersos en la tierra, girando. Seres bailantes, tan naturales como los pájaros. Tan poéticos como los amaneceres en el río que se eleva en forma de neblina en mi cuerpo helado. Un río que sigue corriendo, que mira la tarabita, y las hojas de los árboles mecerse y caer, para volverlas peces.


Éste viaje se escribió en el cuerpo, y sé que seguirá resonando en mi movimiento.


Quisiera compartir una de las muchas reflexiones que el Otro Festival me trajo.


A principios de abril, Daniel y yo viajamos a Ecuador, invitados como compañía para presentar la obra Escotoma y una clase magistral. Viajamos para instalarnos en la selva, y participar en este bello festival de improvisación, gestado por Milena Rodriguez y Synove Urguilez, acompañadas de un gran equipo de trabajo. Llegamos exactamente a la comunidad de Sacha Wasi, en la amazonía ecuatoriana, un precioso lugar rodeado por dos ríos, repleto de vida y misterio.



La aventura comenzó con un delicioso plato de sopa de yuca y una bebida muy espesa, casi caliente, luego de habernos perdido en la selva, justo cuando llovía. Nos dispusimos a descansar para después internarnos en las múltiples actividades del festival, que ya había comenzado. Esa tarde presentaron una danza kichwa, danza tradicional en donde los habitantes de la comunidad interpretaron sus vivencias ancestrales, la casería y los cantos de la época de cultivo. Una danza muy festiva en donde participan hasta los más pequeños de la comunidad. Disfruté mucho, sobre todo observar a las niñas pequeñas fundirse en esa gran fiesta de movimientos, saltos, giros y torsiones de cabeza tan particulares.




El programa estuvo enriquecido con grandes maestros de distintos lugares, Argentina, Brasil, Costa Rica, Quito, de los cuales me nutrí mucho en sus prácticas. Pero ese un tema extenso y profundo que en otro momento tocaré.


Esta experiencia resuena en mi cuerpo, como artista y creativa, como gestora y como ser humano sobretodo. Los días en la selva fueron de mucha riqueza.


Como compañía [De Humani Corporis Fabrica] presentamos la pieza ESCOTOMA, una obra que nos ha permitido crecer creativamente a través de múltiples búsquedas, pues es una pieza en constante cambio, a la que la selva le abrió las puertas para redescubrirse en muchos niveles. En la compañía, venimos explorando desde hace tiempo la relación del espacio, espectador, y contenido de la obra, con lo vivo. Nos interesa la escena abordada desde una improvisación y juego que mantiene alerta tanto al performer como al espectador, advirtiendo y jugando con nuestros sistema nervioso, permitiendo involucrar la totalidad de la escena. En éste sentido, la selva fue un gran escenario, con la particularidad de sus sonidos, texturas y disposición de los espectadores. Así que creativamente nos detonó muchas reflexiones. Que seguramente compartiré en algún momento.


En el sentido de la gestión, rescato muchas cosas, y es éste campo, donde me permitiré profundizar un poco más esta reflexión, pues me resulta muy interesante, la composición de este festival. Quisiera nombrar y sostener lo importante que es trabajar por estos espacios, que nos construyen como artistas, y como seres humanos, que nos comparten con otros horizontes, con otras miradas, permitiéndonos descubrir y transformar la manera de gestar proyectos, desde un compromiso con nuestro entorno.


Milena me compartía que en entre el 2016 y el 2019 trabajó dirigiendo un espacio de residencias artísticas internacionales en Buenos Aires. Luego en la pandemia estuvo 10 meses conviviendo con una familia kichwa en la amazonía en Ecuador y durante ese tiempo, visualizó la potencia de generar intercambios culturales y residencias que cruzaran arte y ciencia en la selva. La cercanía con la familia Dagua, quienes ahora son sus anfitriones y la confianza adquirida por ese año que compartieron, le permitió llevar a cabo ese sueño de que la selva fuera el escenario de un encuentro de improvisación y movimiento.


Así mismo Synovve me contaba que les interesa generar un cruce y diálogo de saberes, entre el arte iberoamericano y los saberes ancestrales de la selva, abrir una puerta para revalorizar y reconstituir lo que se está gestando en las comunidades de la danza. Tienen un interés en replantear las prácticas descentralizadas y plantear un regreso a nuestra propia naturaleza.


Ellas apuntaban que, sus principales objetivos eran dinamizar la economía del sector y así promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo de las comunidades sede. Articular el apoyo de instituciones públicas como la Casa de la Cultura de Cuenca, La Universidad de las Artes de Guayaquil, La Compañía Nacional de Danza de Quito, a las propuestas artísticas independientes. Promover espacios de experimentación y formación para artistas independientes, colectivos y compañías del Ecuador, fuera de sus contextos cotidianos. Estimular la investigación como proceso fundamental para la producción artística, en este caso puntual en torno a técnicas de improvisación. Y habilitar un encuentro y un diálogo directo con saberes ancestrales de comunidades indígenas.


Objetivos que considero que se llevaron más allá, en los corazones de cada participante. y en las prácticas y estrategias que se siguen construyendo a partir de ésta experiencia.


Sin embargo todo este recorrido, que ha resultado en un muy buen cauce, aún se encuentra con ciertas dificultades como movilizar a la comunidad de la danza independiente que es su público meta número uno. Y lograr el apoyo de instituciones estatales. Por otro lado, el desarrollo del ecoturismo en la zona empieza a convertirse en un factor que les pone a cuestionarse cuál es el aporte ( o no) que les interesa dejar en la comunidad con este encuentro y qué tipo de intercambios son los que buscan.


Personalmente éste festival me permitió muchas reflexiones, como creadora, enfrentarnos a un escenario de tal naturaleza, nos permitió jugar con el imaginario potenciado al mil. Como artista receptora de las clases impartidas, me llevó a reflexionar y generar un diálogo, compartiendo saberes que están sucediendo en Iberoamérica, y como docente, a entablar prácticas desde otras miradas a partir del entorno.


Considero importante, nombrar, y difundir esta gran labor, de la magia que sucede en un pedacito de selva, pues conectar con la tierra nos provee de vida, sumado con el arte que cada ser puede aportar en éste encuentro. Aliento a seguir gestando proyectos que nos lleven a descubrir nuevas potencialidades artísticas, a seguir buscando y nutriendo nuestros proyectos de esa chispa lúcida y lúdica que transforma a quien comparte ese momento, desde la mirada o desde la práctica. Éste festival a mi me provocó eso, saberes que me transformaron en muchos sentidos. La selva está aquí en mi piel, de tierra, de río. Y sé que resuena en mi movimiento. Y ahora en mis prácticas gestoras.


Por: Rocío Martínez Soto

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